domingo, 9 de septiembre de 2018

Tubos



El técnico se encargó de realizar las últimas conexiones, enroscó el  excedente de cable y lo ató prolijamente detrás de la PC.
—Listo—dijo –con este cable nuevo no vas a tener más problemas de conexión— Acto seguido le entregó a Victoria los restos de cable masticados por Jeremías, su cachorro de bull terrier.
—Mi bebé travieso,  mejor te tengo a upa—y lo abrazó.
—Tiene tus ojos— le dijo el técnico sonriendo.
Victoria estaba feliz. Las últimas dos semanas se interrumpía la conexión constantemente. El técnico no terminaba de salir, cuando ella, con Jeremías a upa, ya estaba frente a la máquina abriendo su Firefox[1]. Sabía que debía revisar el correo en primer lugar. La profesora de historia había enviado un trabajo práctico y Bárbara, su amiga, ya le habría enviado la invitación virtual para su fiesta de 15.
—Lo primero es lo primero— dijo a Jeremías, que luchaba por soltarse y abrió el Facebook[2]. Estaba lleno de notificaciones, saludos  y solicitudes de amistad. Revisó y contestó cada uno de los mensajes.
—Victoria, a comer—llamó su madre.
—Después má, no tengo hambre.
—Bajá ya, o le doy la comida al perro.
— ¡Ja, Ja! ¡Sería lo mejor, así no mastica los cables!— Y bajó con el cachorro dormido en sus brazos.
De nuevo en su habitación, y con la promesa de no acostarse después de la medianoche, revisó las solicitudes de amistad. Acepto a todas, como hacía siempre.
— ¡473 amigos!— dijo y se dispuso a revisar los nuevos perfiles. Excompañeros, chicas y chicos de otros cursos, dos de los pibes que había conocido en la costa durante el verano y un bombonazo que no conocía.
— ¡Qué lindo!— decía para sí, mientras revisaba el muro de aquel morocho de grandes ojos verdes. — ¿Qué playa será esta?— se preguntaba en voz alta mientras revisaba uno de los álbumes de  ese desconocido Juan Manuel Zubizarreta. – ¡Practica surf! 
Victoria se sintió perdidamente enamorada. Se conectó con su amiga Emilia y le mandó imágenes. Su amiga le escribió que iba a hacer una gigantografía con el rostro de ese bombón venezolano.
—¿Ya le escribiste?— preguntó Emilia.
—No sé qué poner.
—Mandale una foto de Jeremías. Él también tiene cachorros. ¿Viste el álbum de mascotas? Es un dulce…
     ¡Genia!, lo de la foto de Jeremías está fantástico, así no se da cuenta de que me gusta.
Con un saludo y una imagen de Jeremías masticando el pie de una muñeca, Victoria le envió el primer mensaje a Juan Manuel Zubizarreta. Sabiendo que por la diferencia horaria seguramente  no le contestaría  hasta dentro de unas horas, se fue a dormir con la máquina encendida, esperando despertar con una respuesta de aquel chico.
La mañana la encontró saltando de la cama. La respuesta esperada estaba allí: —Tu cachorro es precioso…, ya es parte de mi colección.
Victoria infirió que aquel chico guardaba las imágenes de los animales en sus álbumes y le pareció muy tierno.
—Victoria bajá que es hora de prepararte para ir a la escuela – llamó su madre.
— ¿Jeremías bajó solo las escaleras?— preguntó la chica a su madre.
— No lo vi. —Ambas subieron corriendo hacia la habitación. Al mismo tiempo corrieron la mesa de la computadora pensando que Jeremías podría estar detrás masticando los cables. Jeremías no estaba. Lo buscaron por toda la casa. Victoria no paraba de llorar y su madre la consolaba:
—No puede ser, la casa está totalmente cerrada.
—Pero si lo buscamos por todos lados.
—Puede estar dormido dentro de una caja de zapatos. Es tan pequeño— La consolaba su madre.
Buscaron y revisaron toda la casa. Hasta que la decepción las ganó. El cachorro había desaparecido.
Habían pasado cuatro días sin novedades sobre Jeremías. Victoria se sentó frente a su PC queriendo contar a alguien su desconsuelo.  Juan Manuel Zubizarreta estaba conectado. Tras una larga conversación, él le dijo que podía reencontrarse con su cachorro.
— ¿Pero cómo?—  contestó ella —Si no lo encontramos por ninguna parte.
—Tú solo tienes que conectar la webcam y enfocarla hacia ti.
Victoria se extrañó, pero lo tomó como un halago, pensando que aquel chico quería verla. Arregló su cabello, colocó brillo en sus labios  y corrigió sus ojeras con maquillaje,  entonces  conectó la cámara. Allí estaba él, sonriente, saludándola.
—Ese ladrido que se escucha… ¡Parece de Jeremías! —dijo Victoria, apenándose.
—Lo es— contestó aquel muchacho.
Continuará....


[1] Servidor de Internet.

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